A esto jugamos:
tuya, mía; corta y pega.
Me voy pero vuelvo,
siempre he estado,
espérame despierto
por si no regreso.
La pelota está en tu tejado
y hoy duermes en la calle.
No me compartas,
no te pertenezco.
No me dejes sola,
deja que en tu copa
me bañe y me diluya,
desaparezco para ver
si así te encuentro.
No hay sentimientos,
cierra los ojos
y permite que te intuya.
Nunca tuya...
8.26.2012
8.11.2012
8.10.2012
Sand, sea, moon.
El humo se evaporó entre los segundos,
el mundo quedó tan mudo como debía,
mientras nosotros, atónitos, reíamos,
de la fugacidad del tiempo y de la vida.
Arena ardiente entre la piel,
camuflaba entre sus granos el mañana,
más lejano que el propio ayer,
más lejano que tus propias palabras.
Es en el ahora donde me encuentro
con muecas vendidas en sonrisas,
por aquellos momentos de desenfreno,
varados en el mar lejos de la orilla.
El horizonte empieza a tambalearse,
quizá soy yo que pierdo el equilibrio,
quizá me derrumbaré en está frase,
quizá porque el vaso ya está casi vacío.
Y caigo liviano, mecido por la luz,
que embriaga ebria de poder la luna,
ahora que está sola ante el mar azul,
ahora que es la reina de las dudas.
el mundo quedó tan mudo como debía,
mientras nosotros, atónitos, reíamos,
de la fugacidad del tiempo y de la vida.
Arena ardiente entre la piel,
camuflaba entre sus granos el mañana,
más lejano que el propio ayer,
más lejano que tus propias palabras.
Es en el ahora donde me encuentro
con muecas vendidas en sonrisas,
por aquellos momentos de desenfreno,
varados en el mar lejos de la orilla.
El horizonte empieza a tambalearse,
quizá soy yo que pierdo el equilibrio,
quizá me derrumbaré en está frase,
quizá porque el vaso ya está casi vacío.
Y caigo liviano, mecido por la luz,
que embriaga ebria de poder la luna,
ahora que está sola ante el mar azul,
ahora que es la reina de las dudas.
8.07.2012
trankimazin
Sugieren más las transparencias,
y eso que nos dicen
que el escote lo hace todo,
y no.
Esto es como todo
en esta vida.
Si no hay materia prima
de la que sacar,
que más da el aparentar
y el parecer ser,
y el desear estar
en otro sitio distinto
del que te tocó estar.
Porque tienes que estar
y punto.
Así se decidió en su debido
momento.
Así pactó el destino,
ese destino
en el que no creo,
que tu sino era vivir
aquí,conmigo.
Yo tampoco me elegí
a mí,
ni mi lugar.
Ni mi color de ojos,
ni siquiera el si quiero,
sin querer,
pensar.
No somos libres ni al nacer.
Crecemos encerrados en una celda
en el cielo abierto.
Las rejas no son más
que espejismos
de metal.
Si fuera libre,volaría.
No aprendería
a matar.
Si fuera blanco,
o negro,
y no gris,
sería bonito,
al menos un poco,
este planeta suicida.
y eso que nos dicen
que el escote lo hace todo,
y no.
Esto es como todo
en esta vida.
Si no hay materia prima
de la que sacar,
que más da el aparentar
y el parecer ser,
y el desear estar
en otro sitio distinto
del que te tocó estar.
Porque tienes que estar
y punto.
Así se decidió en su debido
momento.
Así pactó el destino,
ese destino
en el que no creo,
que tu sino era vivir
aquí,conmigo.
Yo tampoco me elegí
a mí,
ni mi lugar.
Ni mi color de ojos,
ni siquiera el si quiero,
sin querer,
pensar.
No somos libres ni al nacer.
Crecemos encerrados en una celda
en el cielo abierto.
Las rejas no son más
que espejismos
de metal.
Si fuera libre,volaría.
No aprendería
a matar.
Si fuera blanco,
o negro,
y no gris,
sería bonito,
al menos un poco,
este planeta suicida.
Apología del fracaso XXI .
El sabor amargo de los labios de Resaca.
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El día soleado y no he encontrado mi luz aún.
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Enganchao a lo desconocido ; no sé quién dijo miedo.
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Evangelio según SANTUPUTAMADRE.
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Si pasas de movidas,pues vale. Aquí te espero. Quieto.
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Debajo de mis cejas sólo hay ojos,pero estate atenta.
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Estados Unidos de Ánimo.
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Pasa lo que pasa,y luego pasa lo que pasa.
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Y a medida que suelto palabras, más ganas me van entrando de cerrar el pico.
8.02.2012
Untitled #14
Qué hacer cuando se cumple aquello que deseas,
pero descafeinado como un café fuera de hora
se presenta una mañana en algún recóndito
escondite de tu interior.
Y dudas, porque ya no sabes si el deseo es lo
que te habías propuesto, las farolas iluminando
la esquina libertina en la que cumpliste tu próposito.
No hay reproches, solamente invierno.
Cada día estoy más convencido de que es esta calma
lo que busco en mi huída, cuando es de ella de quien escapo.
Solo espero que me perdones por la indecisión,
por renegar en silencio de la medalla que me entregas
pero que otro luce más a menudo en su pecho.
Perdóname cuando no sepa qué hacer,
cuando espere el apocalipsis en el momento de la resurrección.
pero descafeinado como un café fuera de hora
se presenta una mañana en algún recóndito
escondite de tu interior.
Y dudas, porque ya no sabes si el deseo es lo
que te habías propuesto, las farolas iluminando
la esquina libertina en la que cumpliste tu próposito.
No hay reproches, solamente invierno.
Cada día estoy más convencido de que es esta calma
lo que busco en mi huída, cuando es de ella de quien escapo.
Solo espero que me perdones por la indecisión,
por renegar en silencio de la medalla que me entregas
pero que otro luce más a menudo en su pecho.
Perdóname cuando no sepa qué hacer,
cuando espere el apocalipsis en el momento de la resurrección.
8.01.2012
Parece que Bandatte continua el viaje ..
CAPÍTULO 1 : EL INICIO DEL VIAJE.
CAPÍTULO 2: EN LA CARRETERA.
No recuerdo muy bien qué tipo de cosas pasaron desde que el motor del coche rugió en la noche hasta que emitió un leve repiqueteo en el cruce que marcaba el final de la urbe y el comienzo del solitario y árido desierto. Ese tipo de cosas tediosas nunca se quedan en la memoria y tratar de recordarlas es un ejercicio de futilidad. Es como tratar de recordar cuantas baldosas has pisado de la que ibas a tu casa, imposible, a pesar de que hayas estado todo el tiempo mirando al suelo. Así que, por vagancia o por compresión hacia ustedes y hacia mi, claro está, me ahorraré los sucesos que se avanzaron torpemente durante este viaje sin pena ni gloria y me centraré, en lo que egoístamente para mi, fueron cruciales.
CAPÍTULO 2: EN LA CARRETERA.
No recuerdo muy bien qué tipo de cosas pasaron desde que el motor del coche rugió en la noche hasta que emitió un leve repiqueteo en el cruce que marcaba el final de la urbe y el comienzo del solitario y árido desierto. Ese tipo de cosas tediosas nunca se quedan en la memoria y tratar de recordarlas es un ejercicio de futilidad. Es como tratar de recordar cuantas baldosas has pisado de la que ibas a tu casa, imposible, a pesar de que hayas estado todo el tiempo mirando al suelo. Así que, por vagancia o por compresión hacia ustedes y hacia mi, claro está, me ahorraré los sucesos que se avanzaron torpemente durante este viaje sin pena ni gloria y me centraré, en lo que egoístamente para mi, fueron cruciales.
Supongo tampoco habrá que entrar en detalles absurdos,
como el automóvil. Imagino que sabrán como funciona una ranchera, como son sus
faros, su parte trasera y todo eso. No necesitarán una descripción detallada de
la susodicha y menos, quizá me equivoque, una descripción poética, espero que
no sea necesario decir que” parecía una llamarada de vida en medio de la sombra
alquitranada que representaba nuestro destino, ¡oh enérgica carretera,
condenada soga!”, ni nada de ese estilo. Centrémonos en los detalles cruciales y, al menos en mi
opinión, la ranchera no es para nada uno de ellos. Simplemente mi pequeña (por
llamarla de algún modo cariñoso) era y es, aunque algo más sucia que al sacarla
del garaje, de color rojo, con las llantas de color acero y con algo de óxido
en los guardabarros. Un vehículo como otro cualquiera, ocupando un aparcamiento
más y pasando inadvertido ante los transeúntes. Ven, una descripción perfecta.
Y ahora por favor se lo pido,
reanudemos la historia.
Pasaron dos horas hasta que la
luna del desierto comenzó a empapar nuestras caras. En menos de un parpadeo ya
eran las seis y media de la mañana. El satélite lunar estaba preparado para
irse y el sol comenzaba a desperezarse sobre la ladera y, como el extraño que
llega a un lugar que no conoce, paso de mostrarse tímido, emitiendo una leve
claridad sobre el terreno, a convertirse, como el invitado que se siente en su
salsa, en un estallido de luminosidad que invadió todos los confines del lugar,
imposible de expulsarlo del impasible cielo. En el exterior había comenzado a
subir la temperatura a la par que rachas ligeras del aire de la mañana
golpeaban suavemente la luna delantera como si de chiquillos se tratasen,
tocando algo prohibido y huyendo nada más rozarlo, huidiza conducta pueril. El
aire que se inhalaba dentro del auto había permanecido estable durante horas, aire caliente y denso, con un toque de sudor
agrio y otra pizca suciedad nos llevaba acompañando desde el inicio del viaje.
Aunque al principio todo fueron quejas y bajadas de ventanilla nos terminamos acostumbrando
al olor, no por gusto, si no por remedio. Hacía demasiado frío como para tener
las ventanas bajadas y demasiado cansancio como para seguir emitiendo quejas.
Sin embargo, todo hay que decirlo, hubo un momento que creí que realmente me
gustaba ese hedor cuasi ponzoñoso, luego me di cuenta de que no, que para nada,
pero ya saben, la sugestión es así: solo hay que creer que algo huele bien para
que realmente huela bien.
Tommy dormía plácidamente y
ronroneaba como un gato arrabalero en la parte trasera, con los ojos tapados
con el antebrazo y los pies en el alto del asiento contrario. SB conducía
despacio, disfrutando del camino. Tenía los ojos bien abiertos, escondidos
entre el pelo ondulado que le caía hasta la barbilla y, en algunos casos, se le
enredaba a la frondosa barba oscura. Yo, en cambio, estaba ligeramente
recostado en el asiento observando detenidamente el paisaje, pero sin darle
demasiado interés. La carretera se confundía en el horizonte con las nubes, eso
era lo único realmente importante. No recuerdo que hubiese nada digno de
mención a ambos lados del pedazo de alquitrán surcado por la goma de las ruedas,
quizá unos cuantos cactus se aglomeraban en la ribera, quizá había algún tronco
seco lejos del camino, quizá algún animal. No estoy seguro. No sé si dormí algo
aquella noche, si lo hice quizá fue todo un sueño y si no, realmente había
troncos, cactus y animales. Pero a quién le importa eso. A mi no desde luego.
Lo que me importaba en ese momento, era llevarme algo a la boca. Es curioso,
jamás he desayunado por las mañanas, sin embargo esas noches insomnes me
provocaban un apetito voraz, ansía, gula, hambre en estado puro. Hambre de
quién puede saciarla, el tipo de hambre que abunda en los lugares de comida
rápida o basura a las tantas de la madrugada. Sí, el humo que provoca la carne
quemada, las patatas rancias y los empujones en la cola. Madre mía, cada vez
tenía más hambre.
El sonido de la voz de Lijú
golpeo mi cabeza como si de un martillo se tratara, mandando de una sacudida
todos los pensamientos que allí se estaban formando.
-¿Qué hora es?
-Las siete menos cuarto- Dijo SB
después de mirar el reloj del salpicadero.
-Dios, he dormido como un tronco,
tengo un hambre de locura, estaría bien parar a comer algo. – Dijo Tommy
mientras se desperezaba. – Pero solo tengo ando corto de plata ¿Alguien me
patrocina el desayuno?
-Sí, lo haré yo, cogí pasta de
sobra, pero no te acostumbres. –dije yo desde el asiento delantero- pero molaba
mucho parar a jalar algo, estoy con Tommy.
SB comenzó a acelerar –Hay un bar
aquí cerca, estaremos allí en unos diez minutos.
Tommy y yo miramos a la
carretera, no se veía nada a lo lejos, solo arena y asfalto. Cerré los ojos y
recé por llegar pronto a ese tugurio, me estaba muriendo de hambre.
Los diez minutos fueron quince y
luego veinte, pero nadie dijo nada, estábamos cansados, hambrientos y
eufóricos, una combinación explosiva cuanto menos.
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