Miro la mancha borrosa
que me saluda desde el espejo.
Escucho los latidos de tu corazón
a kilómetros de distancia.
Nada toco,
nada me pertenece,
ahora todo es viento
acariciado por una dulce canción.
He perdido la brújula
pero mantengo el Norte,
es eso que siempre queda a mi espalda.
¿Puedes tú oler la desesperanza?
Igual que saboreas mis mieles
y huyes por la ventana.
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