3.28.2012

El tiempo. ¡Qué original!

Si bien este fuera nuestro único inconveniente para sonreir,habría una solución al respecto. Puesto que no lo es, no sé de qué coño me preocupo, pero es que la pasividad hiperactiva que da de comer a los días se me hace demasiado pesada.

Tiene solución,sí que la tiene.

El tiempo,como lo conocemos nosotros,no es más que el simple bailecillo rítmico con el que nos aburren las agujas del reloj.

Para mí, el tiempo no es más que el tiempo en el que pienso cómo aprovechar el tiempo que me queda.
Pero yo no uso reloj. Bueno, tengo un viejo reloj, ya parado, que lo pongo en la hora que me gustaría que fuese. Lo suelo cambiar cuando lo miro y pienso: - ¡Joder, qué bien! ¡No pasa el tiempo!- e inmediatamente me pongo a jugar con el que se supone es el cajón de los momentos, los instantes, el culpable de la evolución, y todas esas cosas que sólo deidades podrían toquetear...el tiempo. Vaya mierda.

Pero,si se supone que el tiempo depende de un reloj,y mi reloj se estropea, ¿Hasta qué punto el tiempo sigue corriendo, como hace siempre, a una velocidad desorbitada? ¿No puedo aprovechar su frenada para sacarle una pequeña ventaja? ¿No podría,quizá,aprovechar y darle caza a mi tiempo ahora que está débil y desprotegido?

El tiempo; el reloj...Eso es mentira.
Mi reloj; mi tiempo...Eso está mejor.
Mi tiempo; mi vida. Eso sería perfecto.
El tic-tac dicta,dijo un sabio un día.

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