Que bello se vislumbra el ocaso desde la botella de cristal,
tan intenso como un amanecer entre los fríos barrotes,
todos somos presos en el juego de esta amarga libertad,
donde guardamos los impulsos dentro de pulcros cajones.
Y yo ahora te pregunto, pequeño hombre de papel,
si pudieras volver a ver el velo de la muerte,
y darle calor entre tu, ya, tensa y fría piel,
¿Hubieses cambiado de parecer, o aceptarías,
sumiso,
la misma suerte?
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