No pierdo la esperanza,
la he enterrado junto al árbol
en el que florecen mis historias,
nuestra historia, y mis canciones,
puede que así algún día lo nutra
insuficientemente como hace en vida.
Y sentado a su lado contemplo
el horizonte, pienso por vez primera
qué será después de nosotros,
el silencio y la angustiosa calma
que deja siempre una explosión.
Oscurece el día y las nubes
sustituyen esta sombra por una
que se antoja infinita,
posible premonición de un futuro
anunciado no hace mucho,
marco de un cuadro donde se dibuja
una nueva masacre.
Huele a final y no a pausa,
otro de tantos que parecen desembocar
en comienzo.
Ya no suenan tus tambores de guerra,
creo que este posible adiós
demanda un nuevo lienzo.
Carreteras más largas que nunca,
no hay distancia más insalvable
que el tiempo.
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