7.31.2012

Bucle.

Una vez más eso es lo queda,
la papelera llena de bocetos
inacabados y absurdas ilusiones nocturnas.
Me esfuerzo por cambiarlo, lo prometo,
convencido me digo que esta vez
no será así,
pero únicamente es el recipiente
lo que varía, no hay manera
(tal vez no la encuentre)
de manipular el contenido
a mi antojo.
Empeñado en construir preciosas catedrales
de arena junto al mar,
en enterrarme hasta el cuello
y confíar a mis manos
la imposible tarea de sacarme.
Imagino al suicida con los pies
al borde del acantilado,
dando el paso convencido
de que en algún momento
abrirá los brazos y se encontrará
más cerca del sol
que de la oscuridad absurda y final,
más cerca de sí mismo.
Pero sé que es un pensamiento absurdo,
no hay milagros para los ateos.
Y sigo así, incapaz de aprender.
Jugando con los ojos vendados,
esperando mi inexistente milagro,
la fuerza que frene mi caída,
a lo que siempre me entrego
aún sabiendo, aún no queriendo.
Quejándome de lo que yo mismo
busco y siempre encuentro.
Pero no quiero...

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