"Ahora solamente te escribo en el espejo, de vez en cuando tengo que
secarme el dedo porque se moja de lágrimas. No estoy triste, tu mamá es
una pavota. (...) Pero lloro lo mismo Rocamadour, y te escribo esta
carta porque no sé, porque a lo mejor me equivoco, porque a lo mejor soy
mala o estoy enferma o un poco idiota, la sola idea me da cólicos.(...) Y te quiero tanto, Rocamadour, bebé Rocamadour, dientecito de ajo, te quiero tanto, naricita de azúcar, arbolito, caballito de juguete..."
Puede que después de todo
no sea tan malo el no saber,
este no sé qué reconcomiéndome
y anundando mis entrñas,
con nombre de alguien
al que no conozoco.
Puede también que esté haciendo
lo correcto
y corriendo en círculos llegue
algún día a mi centro,
puede que nada de esto sea cierto.
A veces pienso que (?) echo de menos,
pero no es verdad,
es esta insaciable necesidad de
pensar en alguien para dar forma
a mis dudas, para no asumir
que estoy solo en esto,
viajando en un tren que atraviesa
el campo y así con los ojos cerrados
pienso en la parada más cercana
que de nuevo no es la mía.
Te echo de menos.
No, no lo hago,
pero créeme.
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