5.03.2012

Ensayo sobre la Ipsofilia y la libertad.

La goma de las ruedas del chevy rasca la carretera a la par que el pie se deslizaba por el acelerador. El motor ruge y un cosquilleo me sube por la columna. Debe ser el ácido, puede que tan solo sea excitación o puede que sea parte de ambas. El aire del desierto me golpeaba la cara y el pelo se mueve en todas las direcciones. Las ray-ban están empañadas y francamente me la suda, como me la sudan todos esos pajilleros de ciudad y las plantas o cactus que se apilan a la ribera de la carretera. ¡Esta infernal carretera es infinita! Y yo necesito beber, así que suelto el volante y piso el pedal mientras el sudor se apila en mi espalda. Doy un trago al whisky de la petaca y lo escupo con asco, joder, maldito calor. El alquitrán parece un pozo interminablemente recto de petróleo, así que enciendo un cigarro, con cierto sabor a gasolina, con la manos aún libres y le doy un par de caladas. Lo lanzo en un chasquido contra la carretera rezando para que ésta arda y este maldito coche me lleve directo al infierno mientras suenan los rolling de fondo o cualquier grupo que tenga un hijodeputa que sepa puntear una guitarra. Vuelvo a colocar las manos en el volante y el chervolet despega a más de ciento veinte millas por hora, el coche vibra más que mi corazón, parece que este cabrón de chapa está apunto de alzar el vuelo. También se va a acabar esta carretera ¡por fin, joder! Hay una curva a unos escasos cien metros, señalizada de todas las posibles maneras con la que una persona a la que no le importa una mierda la vida de los demás puede señalizar. Supongo que habrá una buena caída, nadie se tomaría sino tantas molestias. Quito las manos del volante y sigo acelerando, me tapo los ojos con el sombrero y las gafas se me desplazan por la nariz. Las ruedan empiezan a rozar la tierra, doy un trago de la petaca y que le den al calor. Las ruedas se van a salir de los ejes, los focos se destrozan contra el metal que protege el vacío y las ruedas dejan de moverse. Surcan el airé y la sensación de caída me inunda el estomago. ¡Es hora de volar!


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