5.06.2012

Ensayo sobre la Ipsofilia y la violencia.

El primer puño le alcanzo la cara. Le fracturó la mandibula y parte de la encia superior derecha, varíos dientes se esparcieron por el negro y sucio suelo de alquitran. A penas le dio tiempo a saborear el primer contacto cuando otros dos, armados de una atroz velocidad le golpearon furiosamente la boca del estomago. Recuperó la compostura y volvió a colocar la guardia en posición o al menos eso intentataba a duras penas. Con un hábil juego de pies combinó un potente directo que surcó el aire. Demasiado lento, tuve tiempo para agacharme y desplazarme a la derecha. Aún no había guardado su potente golpe y yo ya admiraba su espalda desnuda y sentía mis nudillos golpeando una y otra vez sus riñones. Cayó al suelo de rodillas lo que por consecuencia lógica le siguió una fuerte patada en la barbilla que le fracturó el cuello. Coloqué mis rodillas sobre sus hombros y empece a golpearle una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez. Notaba la sangre caer por mis dedos y el hedor de la muerte en lo más profundo de mi nariz. Sentía la adrenalina correr por mis venas, otro rival más. Otro día más, aún quedan 364. Miré al cielo y exclamé ¿Quién es el siguiente?.


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