Mañanas
cargadas de decepción.
Cada vez más
a menudo.
Encontré una
forma de decirte te quiero sin palabras,
pero no
quisiste entenderla.
Un baile de
miradas polarmente iguales reinaba en nuestras conversaciones.
Tardes
cargadas de incomodidad.
Cada vez más
frecuentes.
Nos llevó
tiempo darnos cuenta del error,
un puzle con
las piezas equivocadas,
un frasco de
perfume vacío,
una lágrima
seca...
Noches
cargadas de soledad.
Casi permanentes.
Casi permanentes.
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