Los surcos de sus orejas
parecen filigranas de colores
bajo el brillo de un cristal ámbar.
Los pequeños lóbulos están
decorados con un par de pendientes y tapados,
cuando el aire lo permite,
por su pelo.
Tan liso como su piel,
tan profundo
y sedoso
como sus ojos.
Sus dientes, idealizados,
no son perlas,
si no focos,
que alumbran esta noche tan oscura.
Los labios, rosas,
o rojos, o pálidos,
perfectos,
como estos segundos.
Y por último su cuerpo,
que decir que nadie sepa,
si cuando se oculta el sol,
le hace competencia a la luna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario