Es portentoso contemplar el firmamento,
en especial en una despejada noche,
donde las estrellas te dan cobijo
y el mañana es algo tan remoto
que no empaña el momento.
Las preocupaciones vuelan
con una tímida brisa
y no puedo evitar
que se me escape una sonrisa,
pues no hay prisa,
el canuto aún ahúma
y la música continúa.
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