4.27.2012

Año tras día.

Huiste audaz en el mes de junio,
cuando el fuego en el cielo brilla,
a veces, tanto
que de por sí ya ciega.
El sudor te empapó el alma
e hizo de tu piel arcilla,
mientras tu llanto
se esparcía,
sin dueño,
sobre las hojas del otoño.
Las guardianas del suelo,
después de tal osadía,
trataron de hacer un pacto
de fuego
con la nieve,
Pero esta cual ladrón,
consciente del calor
que emitían,
se deshizo entre las raíces,
y los cálices,
del sabor de la primavera,
brindaron por tu aventura
prácticamente finita.
Pero con Juan,
o más bien su santo,
se reinicio la nueva etapa,
y volviste a huir,
con un ritmo lento,
entre la solapa,
lejana,
del tiempo.

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